No sales tan guapa en tu selfie como crees
Lo asegura un estudio. Y ya sabes lo que se dice de los estudios.
Si tuvieras que elegir una película a la que irte a vivir, posiblemente no escogerías Shutter Island. Notting Hill, tal vez. Love Actually, quizá. What If, puede. Pero nunca Shutter Island. Tampoco te haría falta. Porque ya vives en ella. Porque todo–es–una–mentira.
Te mintió el dentista cuando te dijo que no te iba a doler. Te mintió aquella página web cuando te dijo que el envío era gratuito. Te mintió tu amiga cuando te dijo que ese nuevo corte de pelo te sentaba bien. Te mintió la tele cuando te dijo que volverían de publicidad en siete minutos. Y ahora resulta que te mintió tu cerebro cuando te dijo que salías guapa, guapísima, guapérrima, guapDoutzenKroes, en esa autofoto.
Te mintió el dentista cuando te dijo que no te iba a doler. Te mintió aquella página web cuando te dijo que el envío era gratuito. Te mintió tu amiga cuando te dijo que ese nuevo corte de pelo te sentaba bien. Te mintió la tele cuando te dijo que volverían de publicidad en siete minutos. Y ahora resulta que te mintió tu cerebro cuando te dijo que salías guapa, guapísima, guapérrima, guapDoutzenKroes, en esa autofoto.
O así lo asegura la ciencia.
Lo de tu autofoto, no lo de tu amiga y el pelo. Que eso también habría que investigarlo.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Toronto, las personas que se hacen selfies de manera habitual tienden a sobreestimar su propia belleza. Para llegar a esta conclusión, los investigadores del departamento de psicología reunieron a 198 estudiantes, de los que 100 se declaraban autofotógrafos reincidentes, y a 176 espectadores encargados de observar el proceso. Cada participante tuvo que hacer su autorretrato con un smartphone y a continuación posar para otra persona. Mientras a los voluntarios se les pidió que estimaran cuántos likes conseguiría cada foto y valoraran su grado de atractivo, al cuestionario del público se le añadió un tercer elemento: el nivel de narcisismo de los estudiantes.
Tanto los selfiadictos como los selfieventuales otorgaron puntuaciones más altas a sus fotos que las concedidas por los espectadores. El primer grupo, además de creerse más favorecido en sus selfies que en las imágenes tomadas por un fotógrafo, se sobrevaloró incluso en mayor medidad que el segundo. Fueron ellos también los que el público juzgó como potenciales ególatras.
Después ser testigo de las sesiones de autofotos de casi 200 veinteañeros, el director del estudio, Daniel Re, interpretó que quienes están acostumbrados a tomárselas confían en que la práctica hace la perfección. “Se hacen tantos [selfies] que terminan creyendo que se les dan bien. Irónicamente, lo que consiguen es resultar más narcisistas y menos atractivos”.
Tiene lógica. Parece tener lógica. Podría explicar por qué después de haber llegado a noviembre de 2013 del Instagram de la antigua guapa de tu clase, ahora te parece del montón. Haremos, pues, como con los días trampa y arrinconaremos los selfies en el fin de semana.
La ciencia, de nuevo liberando al ser humano de las incógnitas que lo atormentan.
Lo de tu autofoto, no lo de tu amiga y el pelo. Que eso también habría que investigarlo.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Toronto, las personas que se hacen selfies de manera habitual tienden a sobreestimar su propia belleza. Para llegar a esta conclusión, los investigadores del departamento de psicología reunieron a 198 estudiantes, de los que 100 se declaraban autofotógrafos reincidentes, y a 176 espectadores encargados de observar el proceso. Cada participante tuvo que hacer su autorretrato con un smartphone y a continuación posar para otra persona. Mientras a los voluntarios se les pidió que estimaran cuántos likes conseguiría cada foto y valoraran su grado de atractivo, al cuestionario del público se le añadió un tercer elemento: el nivel de narcisismo de los estudiantes.
Tanto los selfiadictos como los selfieventuales otorgaron puntuaciones más altas a sus fotos que las concedidas por los espectadores. El primer grupo, además de creerse más favorecido en sus selfies que en las imágenes tomadas por un fotógrafo, se sobrevaloró incluso en mayor medidad que el segundo. Fueron ellos también los que el público juzgó como potenciales ególatras.
Después ser testigo de las sesiones de autofotos de casi 200 veinteañeros, el director del estudio, Daniel Re, interpretó que quienes están acostumbrados a tomárselas confían en que la práctica hace la perfección. “Se hacen tantos [selfies] que terminan creyendo que se les dan bien. Irónicamente, lo que consiguen es resultar más narcisistas y menos atractivos”.
Tiene lógica. Parece tener lógica. Podría explicar por qué después de haber llegado a noviembre de 2013 del Instagram de la antigua guapa de tu clase, ahora te parece del montón. Haremos, pues, como con los días trampa y arrinconaremos los selfies en el fin de semana.
La ciencia, de nuevo liberando al ser humano de las incógnitas que lo atormentan.
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